“Ya va a aparecer” dicen los que pretenden dar alivio a una
pena.
"Ya va a aparecer”… Desde la más impensable y cruel posibilidad hasta la
pérdida más insignificante.
Ya va a aparecer ese
colectivo que esperamos hace media hora para llegar a destino.
Ya va a aparecer la
oportunidad, ese amigo comprensivo, la palabra deseada.
“Ya va a aparecer”, es la frase que hace visible la
posibilidad de que éso nunca
aparezca. Y a la vez alienta la espera como una dulce compañía.
Ya va a aparecer ese trabajo, la oportunidad para hacer ése viaje, el momento en que
olvidemos a ésa persona.
Ya va a aparecer la cura para ésa enfermedad, el resultado
deseado, el alivio del dolor.
Ya va a aparecer la solución a ése problema que no nos deja
dormir y que nos desune.
Ya va a aparecer ésa persona ideal, ésa compañía, el amor.
Ya va a aparecer el
amor y no hay que aflojar en la espera, ya va a aparecer.
Ya van a aparecer Marita Verón, María Cash y todas las que
son representadas por ellas en nuestra mente.
Desde aquel terrorífico e impune “no están ni vivos ni muertos,
están desaparecidos”…
Hasta la llave de ése cajón que esperamos años por abrir.
Ya va a aparecer (y van a aparecer), así sea en los sueños
más profundos, en las últimas palabras, en un gesto. Aparecen todo el tiempo en
la memoria, en la cultura, en el ADN.
En ésa canción, y en aquella, y en esa otra…
Aparecerán las respuestas que buscamos incansablemente, ése
expediente que falta hace meses, la vocación.
Aparece quizás todo el tiempo en los segundos en que miramos
sin desdén la vida alrededor.
Ya va a aparecer eso que quizás nunca tuvimos, y por tanto
nunca perdimos.
Y va a aparecer porque lo esperamos llegar. Porque sin
esperar, sin esperanza, no hay
motivos y no hay vida.
Y es que, después de todo, desde el Big Bang todo es un constante “aparecer”… ¿O no?
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