(QUE DEROGUEN LA DECLARACIÒN INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS DEL NIÑO, IV)
"Pequeñas delicias de la vida cotidiana" podrán decir algunos. Yo lo llamo,
"La maldición de las generaciones venideras", o de cómo los seres humanos somos siempre lo que somos, sin discriminación por sexo, EDAD, religión, etc.
Es una cruzada que empecé casi junto con este blog, y que tiene sus fundamentos en
ésta entrada.
A veces olvido mi propósito heróico (?) y dejo de reportar las falacias de la
"inocencia" infantil. Pero hay días en que, por caso, estoy esperando el colectivo, y pasa algo que me hace reflexionar, y volver a la marcha de mi cruzada.
Hace unos días, esperando el cole en frente de una juguetería, aparece una camioneta estilo
bomberil (de bomberos) de la cual bajan dos o tres tipos, pasan por la reja (el local estaba cerrado) y empiezan a arreglar un cartel, o por lo menos a intentarlo.
A los pocos minutos aparece un niño de, pongamosle, 8 años. El niño se manda
frente marche a la juguetería, e incluso atravieza la reja, comienza a parlotear con los urzos que trataban de hacer su trabajo y les pregunta "¿Qué hacen?", a lo que uno de los mencionados responde, SOCARRONAMENTE, "Estamos por robar" (carita feliz).
Yo, que observaba todo ésto, pensé que el niño se asustaría e iría a contarle a su mamá (que al momento portaba una mirada de
todo-me-chupa-un-huevo) la
fechoría que se estaba por cometer ante sus ojos, y de la cual lo consideré crédulo, (con razón).
Para MI sorpresa, visto y considerando que tengo un alma filosófica que no deja de sorprenderse, lejos de seguir con mi predicción, el niño le dijo al urzo de turno: "¿Me robás aquel juguete de Toy Story?"...
A todo ésto, la madre, que seguía observando DESpreocupada la situación, hizo un intento fugaz por llamar la atención de su cría, y le espetó un finito
"Martincito (ponéle)
vení para acá".
Obviamente, el pibe (chorro) siguió con lo suyo, tratando de persuadir al hombrezote de que le robara su juguete, tan insistentemente que éste tuvo que reconocerle que
"en realidad, (coma)
estamos trabajando" (carita no-feliz).
Mi cara fue gradualemente cambiando de rictus, al punto tal que en los segundos correspondientes a las primeras líneas de este texto portaba una mirada de
ternura, y en los segundos finales, una de
horror e indignación.
Y NO! Mi indignación no tiene nada que ver con el hecho de que el niño tuviera planes delictivos. Creo que lo peor fue haber créído en su
inocente mirada, y haber encontrado de todo, menos éso.
Subí al bus de muy mal humor. Me habían engatuzado una vez más.